viernes, 19 de agosto de 2011

10 consejos para educar con disciplina a nuestros hijos

"Es que mi hijo nunca me obedece". Si usted es de los que repite esa frase, ojo, está en problemas: puede ser que sus pautas de crianza no estén funcionando o que su hijo presenta problemas de salud.
Lo primero que se debe hacer es revisar la edad del pequeño, para confirmar que esté en la etapa de comprensión de palabras y de oraciones. Esta suele darse desde los 3 años de edad. Es por esto que es normal que antes de esta edad el niño no siga las recomendaciones dadas por los adultos.

Una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites a nuestros hijos es lo más importante. Para educar de manera eficaz a nuestros hijos debemos marcar las reglas en casa con el objetivo de cumplirlas. El secreto es hacerlo de manera coherente y con firmeza. Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto, que se produce cuando hablamos demasiado, exageramos en la emoción, y en muchos casos, nos equivocamos en nuestra forma de expresar con claridad lo que queremos o lo hacemos con demasiada autoridad.

10 consejos básicos para aplicar límites educativos

Cuando necesitamos decir a nuestros hijos que deben hacer algo y "ahora" (recoger los juguetes, irse a la cama, etc.), debemos tener en cuenta algunos consejos básicos:

 
1. Objetividad. Es frecuente escuchar en nosotros mismos y en otros padres expresiones como "Pórtate bien", "sé bueno", o "no hagas eso". Estas expresiones significan diferentes cosas para diferentes personas. Nuestros hijos nos entenderán mejor si marcamos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño. "Habla bajito en una biblioteca"; "da de comer al perro ahora"; "agarra mi mano para cruzar la calle" son algunos ejemplos de formas que pueden aumentar sustancialmente la relación de complicidad con tu hijo.

2. Opciones. En muchos casos, podemos dar a nuestros hijos una oportunidad limitada para decidir como cumplir sus "órdenes". La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: "Es la hora del baño. ¿Te quieres duchar o prefieres bañarte?". "Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir un traje o lo hago yo? Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos opciones a un niño para que haga exactamente lo que queremos.

3. Firmeza. En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: "Vete a tu habitación ahora" o "¡Para!, los juguetes no son para tirar" son una muestra de ello. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no. Ejemplos de ligeros límites: "¿Por qué no te llevas los juguetes fuera de aquí?"; "Debes hacer las tareas de la escuela ahora"; " Vente a casa ahora, ¿vale?" o "Yo realmente deseo que te limpies". Esos límites son apropiados para cuando se desea que el niño tome un cierto camino. De cualquier modo, para esas pocas obligaciones "debe estar hecho", serás mejor cómplice de tu hijo si aplicas un firme mandato. La firmeza está entre lo ligero y lo autoritario.



4. Acentúa lo positivo. Los niños son más receptivos al "hacer" lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. Algunas represiones directas como el "no" o "para" dicen a un niño que es inaceptable su actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer ("Habla bajo") antes de lo que no debe hacer ("No grites"). Los padres autoritarios tienden a dar más órdenes y a decir "no", mientras los demás suelen cambiar las órdenes por las frases claras que comienzan con el verbo "hacer".

5. Guarda distancias. Cuando decimos "quiero que te vayas a la cama ahora mismo", estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: "Son las 8, hora de acostarse" y le enseñas el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.

6. Explica el porqué. Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a los niños, manifiesta la razón en pocas palabras. Por ejemplo: "No muerdas a las personas. Eso les hará daño"; "Si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar aún con ellos".

7. Sugiere una alternativa. Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intenta indicar una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. De este modo, puedes decir: "ese es mi pintalabios y no es para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar". Otro ejemplo sería decir: "no te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te puedo dar un helado de chocolate después". Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un camino de expresión más correcto.

8. Firmeza en el cumplimiento. Una regla puntual es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.

9. Desaprueba la conducta, no al niño. Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestres rechazo hacia los niños. Antes de decir "eres malo", deberíamos decir "eso está mal hecho" (desaprobación de la conducta).

10. Controla las emociones. Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma la situación y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina consiste básicamente en enseñar al niño cómo debe comportarse. No se puede enseñar con eficacia si somos extremamente emocionales. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es contar un minuto con calma, y después preguntar con tranquilidad, "¿que ha sucedido aquí?". Todos los niños necesitan que sus padres establezcan las guías de consulta para el comportamiento aceptable. Cuanto más expertos nos hacemos en fijar los límites, mayor es la cooperación que recibiremos de nuestros niños y menor la necesidad de aplicar consecuencias desagradables para que se cumplan los límites. El resultado es una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos.

Fuente consultada:

Teach your child to behave disciplining with love from 2 to 8 years.

Autor: Charles E. Schaefer, Ph.D., profesor de Psicología y director del Centro de Servicios Psicológicos en la Universidad de Fairleigh Dickinson.

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miércoles, 10 de agosto de 2011

Cuando está por llegar un nuevo hermano : Ideas para integrar a los nuevos hermanos en un ambiente de armonía

Por : Cecilia Galli Guevara

¿Cómo preparamos a nuestros hijos para la llegada de un hermano? ¿Cómo podemos fomentar una relación armónica entre ellos?

Cuando era chica y veía cómo se sumaban hermanitos a mi familia (soy la mayor de cinco hijos muy seguidos) le preguntaba a mi madre si “las mamás querían a todos sus hijos por igual”. Con esa pregunta general buscaba disimular mi miedo particular, disfrazándolo de curiosidad, de si ella seguiría queriéndome aunque debiera ocuparse de otros niños y niñas, más pequeños y mucho más demandantes que yo.

Esa misma pregunta me la hacían mis hermanas y algunas amigas (todavía sin hijos) cuando estaba por nacer mi segundo bebé: “¿lo querrás igual que al primero?”. Yo, muy tranquila, respondía: “¡claro que sí!”. Y por dentro pensaba si sería verdad. Claro que a mi segundo hijo ya lo quería desde que vi las dos líneas en la prueba de embarazo, y en el momento que me encontré con su carita olisqueándome al segundo de nacer, se unió a la bola indescriptible de amor que sentía por mi hijo mayor, no dividiéndola sino haciéndola más y más grande.

A pesar del amor que tengamos los padres, los niños –tarde o temprano– sentirán celos. Los celos son naturales, especialmente entre hermanos, que comparten las cosas más íntimas de la vida. Sabiendo esto, hay muchas formas en las que podemos ayudar a nuestros hijos a sentirse amados “igual” que sus hermanos, algo que es tan importante asegurarles cuando lo necesitan. Porque si bien a nosotros los padres este reclamo puede parecernos “tonto”, para los chicos la competencia con sus hermanos puede ser motivo de angustia y ansiedad profundas.

El hijo mayor fue hijo único: tuvo a sus padres en exclusividad y formó con ellos una tríada perfecta en la que él y sólo él (o ella) recibió todas las atenciones de sus progenitores. Cuando llega un nuevo hijo al hogar, el equilibrio de la familia se tambalea y cambia, para volver a organizarse de una forma diferente. Hay quienes explican la angustia que puede experimentar el hermano mayor haciendo una analogía fácil de entender para los padres: es como si el marido le dijera a su esposa que a partir de ahora traerá a otra mujer a vivir a casa, que deberán compartirlo todo, pero que las amará a las dos… Esta analogía no contempla lo positivo que sucede en nuestro caso, en el que se suma un ser más a la familia. Pero ilustra lo desplazado que puede sentirse un niño.

¿Cómo podemos ayudar a nuestro hijo mayor para que su ansiedad sea mínima? Durante el embarazo, cuando decidimos que es momento de contarle que va a tener un hermanito o hermanita, es bueno hacerlo hablando de “nuestra bebé” y no de “mi bebé”. De esta forma, ya estaremos incluyendo al hermano mayor en el proyecto.

Mantenerlo informado del progreso del embarazo, contarle cómo va creciendo su bebé y, si le interesa, llevarlo a las ecografías, hacerlo participar en la elección del nombre, también puede resultar beneficioso ya que estar al tanto de lo que sucede seguramente reducirá su miedo a lo desconocido. Si bien en muchos casos la ansiedad del hijo mayor crece proporcionalmente a la expansión de la barriga de la madre, darle la información que pide, hablar con él o ella sobre cómo será el momento del parto, contarle cómo nacerá su hermano, ayudará a que se sienta seguro e involucrado en todo el proceso. Es importante tener en cuenta que la información que se le dé al hijo debe ser no más de la que él requiera, y debe estar adaptada a su edad.

Uno más y suman…

Cuando el nuevo integrante de la familia ya está en casa, mamá va a pasar mucho tiempo con él. Puede ser un buen momento para que el padre pase más tiempo con el hijo mayor, haciendo actividades y proyectos “exclusivos para niños grandes”, en los que el “pobre” hermanito todavía no puede participar. Ir al cine, al zoológico o cocinar juntos, por ejemplo, harán al hijo sentirse atendido.

También es importante valorar su ayuda: si nos pasa un pañal, o si opina sobre el motivo del llanto de su hermano (en mi caso, mi hijo mayor llegó a estar en tan fina sintonía con su hermano que muchas veces tenía razón), agradecer su acción o su pensamiento.

En el momento de la lactancia es agradable incluir al hijo mayor, contándole cómo era él cuando era un bebé y sobre todos los cuidados que le deparábamos sus padres mientras se lo acuna con el brazo que queda libre.

El tiempo en exclusividad es algo más que podemos hacer con cada hijo, y también pasar tiempo jugando “exclusivamente” con todos los niños juntos: compartiendo, mediando en conflictos y ayudando a que el momento fluya sin peleas.

Para mantener la armonía

Todas las personas somos diferentes, y esto vale también para los niños. Cada chico tiene necesidades, intereses, gustos y viven etapas que le son propias y que lo diferencian de sus hermanos. Es fundamental aceptar esta diversidad y atender a los requerimientos de cada hijo, sin marcar diferencias de “importancia”. La necesidad de un niño puede ser más urgente que la de otro, o en el caso de un tema de salud puede realmente ser más importante. Sin embargo, no debemos hacerle sentir a ninguno de los hijos que lo que él o ella necesita no es lo suficientemente importante para sus padres. En el caso de los pedidos “caprichosos”, hay que descubrir cuál es el verdadero requerimiento oculto en el reclamo: probablemente sea un pedido de atención de nuestra parte.

También hay que evitar hacer comparaciones entre un hermano y otro enfatizando las virtudes de uno y los defectos del otro. Exigirle al mayor que sea un ejemplo de buena conducta para sus hermanos menores tampoco es bueno, ya que este pedido supone una fuerte presión sobre el hijo mayor. En la misma línea de acción, no es aconsejable pedirle al hermano mayor que ceda frente a los pedidos del menor “para que éste no llore”. En lugar de eso, establecer reglas claras y justas para el uso de los juguetes, por ejemplo, puede ayudar. Por ejemplo en el tema de la propiedad privada: si un hermano quería jugar con algo que le pertenecía a otro, debía pedirlo prestado; el dueño podía prestarlo o no, pero en última instancia era su decisión. Al tener esa libertad (de prestar o no), aprendimos armoniosamente a compartir nuestras pertenencias, y sin el “miedo” a que nos quitaran lo propio, el conflicto en este sentido casi no existía.

Ya adultos, mis hermanos y yo somos muy unidos. Somos amigos. Y pensamos que los hermanos son lo mejor que pudieron darnos nuestros padres. Ahora “del otro lado”, veo cómo se relacionan mis hijos entre ellos; y creo que formar una familia es un reto, un camino lleno de sorpresas, de cambios y de aprendizaje. Una de las aventuras más apasionantes que puede darnos la vida, una aventura sin glorias públicas que transcurre en la intimidad del hogar. Y que un hermano es el mejor regalo que un niño puede tener.

Tomado de Crianza Natural


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